Cuando descubres que no puedes vivir sin ascensor
Los ascensores son vitales si vas de compras a algún centro comercial o quieres acceder a cualquier edificio con más de una altura. Siempre han estado ahí, pero si algún día hay mucha gente esperando para coger uno, o no viene nunca o pasa de largo, entonces subes por la escalera… hasta que tienes hijos y vas con silleta, y descubres que sin un ascensor, no eres nadie.
Hasta ese momento no has valorado lo importantes que son en tu vida. Desde subir a la primera planta de un Primark o moverte por El Corte Inglés, hasta entrar en una estación de metro, cuando te mueves con silleta descubres que no puedes vivir sin un ascensor.
Y entonces llega lo peor, cuando te das cuenta de la cantidad de gente que no es consciente de tus limitaciones al moverte, y usan el ascensor cuando podrían utilizar escaleras mecánicas, por ejemplo. En ese momento tratas de entenderlos, piensas que como esas personas nunca se han visto en la necesidad de utilizar un ascensor de forma exclusiva, no se dan cuenta de tu problema.
Eso te dura las tres o cuatro primeras veces que te quedas con cara de idiota cuando después de esperar un ascensor, llega, y todo el mundo que está al tu alrededor corre para meterse dentro como si trataran de ganar la medalla de oro de los 100 metros lisos.
A partir de ese momento descubres que eres el más tonto de la ciudad y que la gente no tiene educación. Que ven que vas con silleta, que no puedes usar las escaleras, pero que su tiempo vale más que el tuyo, y sobre todo, que no quieren cansarse.
Entonces es cuando te pones en modo “comando”, dispuesto a iniciar una guerra si alguien osa meterse en el ascensor antes que tú. Lo primero que haces cuando llegas es buscar la típica plaquita que indica que tú con tu silleta tienes prioridad sobre casi cualquier otro ser humano. Esa es tu principal arma.
Después haces un rápido escáner visual buscando otros papás con silleta que ya estaban antes que tú, para ver en qué orden te va a tocar entrar al ascensor. El resto son el enemigo, y tienes que estar atento para que nadie altere el orden establecido y trate de colarse.
Por fin se abre la puerta del ascensor, y todos corren con la esperanza de batir el récord olímpico de Usain Bolt, pero ahí estás tú, que eres más lento por ir con tu carrito. Te acercas a la puerta y recuerdas a todos los que acaban de entrar que tú tienes prioridad sobre ellos. Muchos te ignoran porque ya han conseguido su premio, están dentro. En ese momento, puedes rendirte o atacar.
Así que atacas, metes la silleta entre las puertas y lanzas tu ultimátum: –Pues hasta que yo no entre en el ascensor, no me voy a quitar de la puerta. –Es que yo no puedo andar bien –replica una señora octogenaria al fondo del ascensor. –Señora, lógicamente no lo digo por usted –respondes en tono conciliador. Al final algunos sin decir nada salen del ascensor y puedes entrar tú.
Has ganado una batalla, sí, pero no la guerra. En algunos centro de El Corte Inglés han decidido retirar esa plaquita que te da prioridad porque según me explican, no engloba a todos los colectivos con sus cuatro pictogramas (embarazadas, sillas de ruedas, silletas de niños y personas con movilidad reducida, algo indicado con una persona que lleva bastón).
Al parecer, algún enfermo de esclerosis múltiple se ha quejado de no estar representado porque no lleva bastón para andar, así que por eso han retirado los letreritos, para no discriminar a nadie… Ahora apelan al civismo de la gente. Jajajajajaja.
Apelan a que mi enemigo me deje ganar la batalla por la prioridad en el uso del ascensor. A mitad de guerra me quitan mi arma más poderosa. Así que no tengo nada que hacer. Bueno sí, no visitar El Corte Inglés.